Esta animación japonesa es sorprendente y difícil de ver ya que las personas sensibles podrían verse afectados con esta historia. No es una historia dramática en sentido occidental ya que a pesar de la crueldad que tiene, no muestra la negación al que acostumbramos ver en películas occidentales y que tanto parece gustarnos.
Aunque no le quita dramatismo a la obra, se nota la sensibilidad del pueblo japonés ya que en esa situación cualquier niño estaría abatido y sollozando.
Es una fuerza y optimismo que muestra para que el curso de la vida continúe, el amor y el cariño fraternal de la mano del extremismo más brutal que viene a través de las guerras sin sentido.
Esta guerra es el contexto en el que se desarrolla una historia llena de crueldad, de necesidades, de tristeza pero paradójicamente hay optimismo.
Las luciérnagas nos animales que emiten una luz en noches cálidas como las de verano y que conjuntamente transmiten el deseo de los muchachos. Son pequeñitas luces en la oscuridad, son pequeños pensamientos de esperanza entre un océano de espesura oscura y nefasta. Son las acciones, la batuta de la vida de esas personas.
Los dos son hermanos que se quedan huérfanos y que luchan de manera diferente, con diferentes pensamientos y diferentes fuerzas, complementos, la mujer y el hombre, el Ying y el Yang, la vida y la muerte. Esta dualidad se podría ver reflejada en los hermanos, en las dos fuerzas que culminan en una final, la tumba de las luciérnagas.
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